Periodos transitorios de Discapacidad o Dependencia


Entendemos por dependencia, el estado de carácter permanente en que se encuentra una persona que por razones derivadas de la edad, la enfermedad o la discapacidad necesitan la atención de otras personas para realizar las actividades básicas de la vida diaria.
Cuando una persona padece pérdida de autonomía física, mental, intelectual o sensorial, necesita  ayudas para realizar las actividades básicas de su vida diaria. Por tanto, una persona es dependientecuando presenta una pérdida más o menos importante de su autonomía funcional en el desarrollo de sus actividades. Cuando un familiar o ser querido cae enfermo o tiene un accidente,  la situación cotidiana puede cambiar de la noche a la mañana, por tanto,  una persona que hasta hace unos días era autónoma y se valía por sí misma, ha pasado a ser una persona dependiente que requiere el cuidado constante de otro.

Esta nueva situación trae consecuencias sobre el estado de ánimo de la persona que pasa a ser dependiente, por ejemplo, son muy vulnerables a experimentar síntomas de ansiedad debido a que necesitan a los demás para su supervivencia, esto conlleva también a sufrir síntomas de depresión, porque sufre una constante indefensión.
Hace unas semanas, yo misma pasé a vivir esta situación al sufrir un desafortunado accidente. Tras una caída,  me fracturé el húmero a la altura del hombro, como consecuencia tuve que llevar el brazo izquierdo inmovilizado, y pude experimentar en mi propia piel, cómo se siente y actúa una persona dependiente.
Aprender a sobrellevar esta nueva realidad implicaba realizar tareas cotidianas y básicas con un solo brazo. El proceso de ajuste a la nueva situación suele llevar asociadas tensiones y dificultades que harán necesario el empleo de adecuadas habilidades de afrontamiento. Por ejemplo, pasé en un instante de ser  “cuidadora”  a ser “cuidada “,  esta inversión de papeles propició darme cuenta de que todos en algún momento de nuestra existencia pasamos a vivir y a experimentar “otras situaciones“.
El ser dependiente ocasional supone un obstáculo, pero esta discapacidad funcional no acota el principio y el fin de lo que soy.  Con esto me refiero al concepto de diversidad funcional:  alguien puede ser más alto o más bajo, tener más o menos memoria o más sentido del equilibrio o más agudeza visual, por ejemplo, si estamos en una cueva sin luz, un invidente funcionaria en igualdad de condiciones respecto a una persona que ve.
Tener un brazo inmovilizado me impide hacer cosas que la mayoría de la gente puede hacer, cosas que dependen de factores externos, que son importantes, pero no me impiden buscar otras  alternativas.
Todo ello me lleva a reflexionar sobre dos conceptos que se confunden y se intercambian fácilmente, aunque se complementan, la discapacidad y la dependencia. Hablamos de discapacidad cuando consideramos deficiencias en aspectos diferentes que pueden impedir la participación plena en la sociedad, y hablamos de dependenciacuando necesitamos apoyo y atención para el desarrollo de las actividades básicas de la vida diaria y de la interacción con el medio.
En la valoración de ambas, tenemos que considerar el valor subjetivo de lo social (fuerza de voluntad, apoyo familiar, etc.). No hay que olvidar que la necesidad de ayuda puede venir establecida de manera diferente en dos personas que sufren una misma limitación.
También es bueno que consideremos aceptar la diferencia cuando nos enfrentamos a una situación de dependencia o de discapacidad, no subestimando las posibilidades ni sobreestimando las dificultades.
Por eso aprovecho para argumentar que todos podemos encontrarnos en algunas de estas situaciones en algún momento de nuestra vida, de manera directa o indirecta y que la actitud personal ante estas  situaciones puede ser la clave para determinar la fuerza con que nos enfrentamos a ella.

Antonia Ordóñez
Equipo de psicología de Dependentia

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