El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, es uno de los trastornos conductuales de mayor incidencia en la infancia, y uno de los más frecuentes motivos de consulta en los equipos de psiquiatría infantil.
Su prevalencia en España se estima entre el 3 y el 6%, y se cree que afecta entre un 8 y un 12% de la población infantil a nivel mundial. Los estudios epidemiológicos, afirman que los factores que más se asocian a este trastorno son el sexo masculino, el estatus económico bajo y el menor número de años, ya que es un trastorno que reduce su prevalencia con la edad. Sin embargo, se estima que más del 50% de los niños diagnosticados de TDAH en la infancia continuarán mostrando síntomas consistentes con el diagnóstico en la etapa adulta.
Los síntomas principales del TDAH son la inatención, la impulsividad y la hiperactividad . Éstos pueden manifestarse en:
- No prestan suficiente atención en los detalles e incurren en errores por descuido.
- A menudo parecen no escuchar cuando se le habla directamente.
- Pueden presentar dificultades para seguir las instrucciones en el entorno escolar.
- Suelen tener dificultades para organizarse las tareas.
- Tienden a distraerse y a olvidarse de las cosas. Es habitual que extravíen objetos necesarios para las tareas escolares.
- Pueden tener dificultades para mantenerse sentados en la silla en el aula.
- Tienen dificultades para guardar el turno, hablan en exceso e interrumpen a los demás.
- Suelen manifestar la necesidad de movimiento constante, como si tuvieran un motor, y con frecuencia, corren o saltan excesivamente en situaciones inapropiadas.
Algunos niños pueden presentar sólo una de estas variantes, pero lo más común es que exista una mezcla entre ellas. Para poder realizar este diagnóstico, es necesario que alguno de sus síntomas esté presente antes de los seis años de edad, y que aparezca una afectación en el entorno social, académico o familiar.
La etiología de este trastorno está siendo muy discutida. Algunas revisiones de la literatura, subrayan que existen múltiples estudios que describen porcentajes de heredabilidad situados entre un 39% y un 98%, dependiendo del subtipo estudiado. Uno de los genes que se ha relacionado con mayor consistencia con este trastorno, es el DRD4, gen del receptor D4 de la dopamina.
Los factores ambientales asociados a este trastorno son:
- La prematuridad.
- La edad materna (a más edad, mayor riesgo).
- El parto como eclampsia (aparición de convulsiones o coma durante el embarazo, el parto o las horas siguientes a éste)
- La toxemia ( bacterias en la sangre durante el embarazo)
- Mala salud de la madre.
- Post-madurez del feto.
- Un parto prolongado.
- Distrés fetal
- Hemorragia pre-parto.
- El consumo de alcohol y de tabaco durante el embarazo.
Asimismo, se han descrito varios factores de riesgo de tipo psicosocial:
- El desacuerdo parental severo.
- Pertenencia a una clase social baja.
- Formar parte de una familia numerosa.
- El apego inseguro.
- La criminalidad paterna.
- Una madre con un trastorno mental.
- Estar en régimen de acogimiento.
Con todo ello, y cómo se observa también en otros trastornos psiquiátricos, ninguno de los factores descritos puede explicar aisladamente la alta prevalencia del trastorno. Es la asociación de diferentes factores lo que discrimina entre presencia y gravedad del TDAH.
El diagnóstico diferencial resulta especialmente importante para este trastorno, puesto que la tendencia a la actividad y al movimiento, así como la impulsividad, son rasgos característicos de la mayoría de niños, y no por ello deben recibir dicho diagnóstico. Por otro lado, resulta importante destacar que muchos de los síntomas que definen al TDAH, aparecen también en otros trastornos que tienen su origen en la infancia, como los Trastornos de Vinculación, la Depresión Infantil, los Trastornos del Aprendizaje o los Trastornos Generalizados del Desarrollo. En este sentido, el diagnóstico diferencial es de gran relevancia, dado que el tratamiento psicológico y farmacológico, difiere ampliamente entre cada uno de estos diagnósticos.
Joana Fernández Miró
Psicòloga Clínica.