Cuando hablamos de barreras arquitectónicas, solemos pensar en los espacios públicos -calles y plazas-, en las zonas comunes de los edificios plurifamiliares y en el transporte público. Pero muchas veces pasamos por alto que uno de los sitios con más problemas en este sentido es el propio domicilio de la persona afectada por alguna minusvalía.
Se entiende por barrera arquitectónica cualquier obstáculo, físico o no, que impide a una persona poder alcanzar su objetivo final. Por ejemplo, que una persona con movilidad reducida no pueda llegar al botón del ascensor, o que una persona invidente no tenga a su disposición una señal sonora en un semáforo.
Puertas demasiado estrechas
Los hogares, cuando se construyen, no están pensados para esta diversidad de necesidades y con frecuencia son una trampa para la gente que se mueve en silla de ruedas o que sufre de ceguera, por poner dos ejemplos. El principal obstáculo que encuentra la gente que va en silla de ruedas es el ancho de las puertas, empezando por la de entrar en casa o en el piso. Ésta suele ser la más ancha de la vivienda, pero en ocasiones no cumple los mínimos que marca la normativa para considerarla accesible, que es de 80 centímetros. Las puertas entre habitaciones suelen tener el ancho estándar de 70 centímetros, es decir que difícilmente pueden pasar muchos modelos de sillas de ruedas.
Y la situación empeora con las puertas de acceso a los baños, que suelen ser algo más estrechas todavía. De hecho, el baño es el espacio en el que podemos encontrar más barreras, como una bañera en lugar de una ducha a pie plano y sin mampara. Además, hay que tener en cuenta que tanto el inodoro como la pila deben estar a la altura adecuada para la gente que va en silla de ruedas, además de tener barras de apoyo y otras ayudas que se consideren necesarias.
Todo más abajo
De hecho, se debe hacer un replanteamiento de toda la casa, para tener todos los aparatos, electrodomésticos, muebles e, incluso, los enchufes e interruptores más abajo de lo habitual, porque la altura suele ser una de las principales barreras arquitectónicas cuando se va en silla. Si la persona vive en una casa con varias plantas, la escalera de acceso a los pisos superiores debe sustituirse por un ascensor o instalar unas plataformas elevadoras eléctricas. Lo mismo ocurre con los escalones que pueda haber antes de acceder a la vivienda: en este caso, normalmente se sustituyen por pequeñas rampas. Con las puertas, la solución suele ser ampliarlas o sustituirlas por puertas correderas.
En el caso de los invidentes, es recomendable optar por electrodomésticos que emitan señales sonoras. Muchos ya lo hacen, pero todavía existen modelos de vitrocerámica, por ejemplo, que no hacen ningún ruido cuando los pones en marcha. También puede ser una buena idea, si es necesario, proteger algunos cantos peligrosos, para evitar golpes y heridas. Por cierto, las alfombras no son en ningún caso una buena idea.