Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el maltrato a las personas mayores es un acto, único o repetido, que causa daño o sufrimiento a quien lo padece, incluyendo también la falta de medidas apropiadas para evitar otros daños, que se produce en una relación basada en la confianza y constituye una violación de los derechos humanos.
Tipos de violencia hacia las personas mayores
- Maltrato físico: causar dolor o lesiones, ejercer coerción física o restringir la libertad de movimientos mediante la fuerza o el uso de drogas.
- Maltrato psicológico: infligir ansiedad, angustia, pena, miedo o indefensión a través del lenguaje verbal o no verbal. Aquí también se incluye la infantilización y sobreprotección, que pueden hacer que la persona mayor se sienta insultada, deprimida y desmoralizada.
- Abuso económico o material: explotar a una persona mayor o hacer uso de sus fondos o recursos de forma ilícita o indebida.
- Abuso sexual: mantener contacto sexual no consentido de cualquier tipo con una persona mayor.
- Maltrato farmacológico: utilizar de forma inadecuada o desproporcionada fármacos, pueden ser con el objetivo de sedar a la persona o calmarla. También se incluye la negación de dar tratamiento farmacológico.
- Negligencia o abandono: negarse a cumplir con la obligación de atender a una persona mayor o, directamente, no atenderla, ya sea por descuido o con la intención de provocarle algún sufrimiento físico o emocional.
- Maltrato institucional: incluye cualquier legislación, programa, procedimiento, actuación u omisión por parte de los poderes públicos o privados, como también actuaciones u omisiones individuales por parte de los profesionales que comporten sufrimiento hacia la persona mayor.
¿Por qué se da esta violencia?
Podríamos decir que la base que sustenta esta violencia es el edadismo, que hace referencia al modo de pensar, sentir y actuar con respecto a los demás con razón de la edad. Es decir, serían los estereotipos, los prejuicios y la discriminación relacionados con la edad. Este, aunque afecta a todos en todas las etapas vitales, en la vejez se hace más notorio, al ser vista generalmente como negativa y no deseable, haciendo que se invisibilicen los aspectos positivos. Así, este edadismo hace que las personas mayores sean vistas como frágiles, dependientes, débiles e incapaces de hacer según qué tareas o cumplir con según qué roles, cosa que aumenta las probabilidades de discriminación y violencia hacia esta población.
Según la OMS, el 15,7% de las personas de 60 años y más son víctimas de abuso, aunque hay que tener en cuenta que esta cifra no refleja la situación real del problema porque muchas personas no denuncian o no tienen la posibilidad de hacerlo. En el caso de las mujeres, las probabilidades de sufrir violencia son más altas. Las mujeres tienen una esperanza de vida mayor que los hombres, pero también una calidad de vida peor, con mayor riesgo de pobreza, soledad y abandono. En general, se trata de un tipo de violencia basada en relaciones de poder y en prejuicios sociales y culturales.
Consecuencias de esta violencia
- Consecuencias físicas: lesiones y roturas de huesos, quemaduras, hematomas, cortes y marcas, desnutrición o deshidratación, poca higiene…
- Consecuencias psicológicas: indefensión, impotencia, depresión, ansiedad, miedo, deterioro cognitivo, estrés postraumático, culpa, vergüenza.
- Consecuencias financieras: ruina, pérdida de bienes, ahorros u objetos con valor económico.
- Consecuencias sociales: pérdida de relaciones sociales, falta de apoyo, aislamiento.
Los efectos de la violencia hacia las personas mayores se ven exacerbados debido al propio proceso de envejecimiento, que puede ir acompañado de enfermedades o algún nivel de dependencia. En estos casos es más difícil escapar de estas situaciones y pedir ayuda. Además, a menudo, las personas que ejercen esta violencia son los propios familiares de la persona mayor y suele tener lugar en su propio domicilio, de este modo, las probabilidades de poder o saber cómo salir de esta situación son menores. También es común que se den relaciones de interdependencia donde la persona mayor depende de los cuidados del familiar y, a su vez, el familiar depende de la persona mayor (por ejemplo, en el alojamiento o el dinero).
Prevención y soluciones
El primer paso para acabar con esta violencia es identificar los estereotipos, prejuicios y actitudes negativas asociados a la vejez y eliminarlos. Para ello son necesarias políticas y programas dirigidos tanto a la población general como a los profesionales y familiares que tienen contacto y trabajan con personas mayores, para sensibilizar y educar sobre el tema, haciendo hincapié en los aspectos positivos de la vejez y las oportunidades que la jubilación otorga. También es oportuno que se pongan en marcha intervenciones sobre los casos de dependencia y aislamiento social con tal de proporcionarles a estas personas el apoyo social y comunitario necesario. Asimismo, son necesarios los teléfonos de asistencia y alojamientos de emergencia que garanticen que las personas mayores que sufren violencia o sus familias pueden comunicar y denunciar la situación y huir de ella. En último lugar, podrían ser de ayuda implementar servicios que alivien la carga del cuidado en los familiares, así como programas de administración del dinero dirigidos a personas mayores.
Natalia Carbonell, equip de Psicologia de Dependentia