La enfermedad de Parkinson afecta a unas 150.000 personas en España y el 80% de los afectados por ella tiene más de 50 años. La enfermedad, que tiene una base neurológica, se origina por el progresivo deterioro de las células que producen dopamina, que es el neurotransmisor encargado del control del movimiento muscular y de la recompensa neuronal.
Dado que el diagnóstico precoz tiene una gran importancia en el desarrollo y el curso de la enfermedad, conviene prestar atención a algunos síntomas tempranos que nos pueden ayudar a reconocer si estamos frente un caso de Parkinson o no.
Conviene decir que la presencia aislada de alguno de estos síntomas, no quiere decir que se sufra o se vaya a sufrir la enfermedad. Es importante, eso sí, consultar con un especialista que elabore un diagnóstico en profundidad si nos encontráramos con varios de estos síntomas al mismo tiempo.
Síntomas a los que prestar atención:
- Temblores: ocurren, habitualmente, en las extremidades que están en reposo o que se extienden, pero también pueden darse en los dedos, los labios o el mentón.
- Alteraciones de la conducta de sueño: se incrementaría el nivel de actividad y movimientos mientras se está dormido, pudiendo llegar a caerse de la cama con cierta frecuencia.
- Alteración de la marcha: se incrementa la sensación de rigidez en el tronco y en las extremidades, lo que trae consigo una mayor dificultad para iniciar, controlar y continuar los movimientos.
- Encorvamiento de la espalda: al levantarse se experimenta un cambio en la postura, haciéndose visible un encorvamiento de la espalda, que ha aparecido de forma más o menos repentina.
- Estreñimiento: sufrir estreñimiento cuando siempre se ha ido bien de vientre, podría ser un síntoma de Parkinson, debido al enlentecimiento de los músculos intestinales y abdominales.
- Mareos o desmayos: que suele relacionarse con la tensión arterial baja que provoca la enfermedad. Son frecuentes en el momento de levantarse de una silla o de la cama. En ocasiones, provoca babeo, sudoración y alteraciones en la temperatura corporal.
- Falta de expresión facial: para describir este síntoma se utiliza la metáfora de la máscara. Se produce una pérdida del tono de los músculos de la cara, que provoca una reducción de la expresividad y, en ocasiones, dificultades para mantener la boca cerrada.
- Pérdida de olfato: con cierta frecuencia, se pierde la capacidad para oler los alimentos.
- Habla más tranquila, lenta o con baja intensidad: es habitual sufrir alteraciones en el volumen e intensidad de la voz y, a veces, parecer que se está ronco.
- Escritura o letra más pequeña: puede llegar el día en que nos demos cuenta de que tenemos una letra bastante más pequeña que antes y que dejamos menos espacio entre palabra y palabra.
Es importante volver a subrayar que la presencia de alguno de los síntomas descritos anteriormente no es un indicador de la presencia de la enfermedad. No debemos preocuparnos, a no ser que nos encontremos con que varios de ellos actúan al mismo tiempo y de forma permanente. En ese caso, acudiríamos a un especialista para realizar una diagnóstico en profundidad.
Aritz Arozarena
Equipo de psicología – Dependentia