Según la OMS (Organización Mundial de la Salud) más de mil millones de personas viven en todo el mundo con alguna discapacidad, de ellas, unos doscientos millones experimentan dificultades considerables en su día a día.
La atención socioafectiva de determinados colectivos específicos, como es el caso de las personas con discapacidad, está siendo una realidad con bastante frecuencia ignorada.
Atender, educar y prestar apoyos es importante para no caer en el error de creer que la educación sexual, por ejemplo, sólo consiste en informar sobre aspectos concretos, como la reproducción, el desarrollo corporal, la prevención, los riesgos que conllevan las enfermedades de transmisión sexual o los embarazos no deseados.
Es muy importante tener en cuenta las necesidades y demandas, resolver dudas y curiosidades, eliminar mitos, falsas creencias, preocupaciones, saber afrontar situaciones, conductas y expresiones para que las emociones y los sentimientos que se tienen al mantener relaciones sean lo más normalizados posible.
Educar la afectividad de las personas con discapacidad, sobre todo, discapacidad intelectual, contribuye de forma positiva a que aprendan a conocerse, a ser conscientes de que la presencia de la discapacidad puede alterar ciertos funcionamientos. Por eso es fundamental que aprendan a quererse y a aceptarse desde sus diferencias. Es esencial que logren expresar sus sentimientos de manera satisfactoria para ellos y para su entorno.
El afecto trasciende a la función biológica, por eso, el ser humano a la hora de relacionarse de manera afectiva, al contrario que otras especies, lo hace por; la búsqueda de placer, la privacidad, el deseo,… Ésto implica hablar de afectos, sensaciones, emociones y también de relaciones sexuales.
La educación en el ámbito de los sentimientos y emociones incluye una parte importante de los conocimientos y habilidades que se necesitan para poder desarrollarnos de una manera saludable y adecuada en la sociedad. A parte de esto, contribuye a fomentar la madurez, los sentimientos positivos acerca de sí mismos, ayudando a rechazar ideas equivocadas, como que no son dignos de ser amados o que nunca podrán tener una relación afectiva satisfactoria.
En general, la discapacidad no afecta a la libido de una persona y sólo condiciona parcialmente su nivel de funcionamiento. Sin embargo, la discapacidad intelectual puede afectar las habilidades de comunicación, la imagen de uno mismo, pudiendo llegar a ser un condicionante de su vida emocional. Por eso las personas con discapacidad intelectual a veces necesitan algo más de tiempo que los demás para comprender las cuestiones referidas a su sexualidad. Basta con respetar sus tiempos, comprender sus necesidades, darles unas pautas básicas, como las reiteraciones, el lenguaje sencillo, indicaciones claras, mensajes breves…para saber qué necesitan.
En las relaciones socioafectivas, lo más importante está en el reconocimiento de que la formación de una persona, sus sueños, sus proyectos y sus vínculos con sus semejantes, van a incluir también la parte en la que se desarrolla su vida sexual. A través del diálogo y la reflexión sobre los conocimientos y sentimientos que esto implica, podemos tener un potente instrumento de inclusión y solidaridad con las personas discapacitadas, contribuyendo así para que tengan una vida digna, justa y placentera.
Antonia Ordóñez
Equipo de psicología Dependentia