El indudable crecimiento del uso de las nuevas tecnologías de la información en nuestro día a día es cada vez más notable e incontrolable. Lo que antes hacían personas hoy lo hacen máquinas, dando nombre a la llamada revolución tecnológica, desarrollada con la intención de mejorar el bienestar de los ciudadanos en todos los ámbitos de su vida.
Como afirma la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el documento Salud para todos en el siglo XXI, las TIC pueden llegar a mejorar notablemente nuestra calidad de vida y vale la pena recurrir a ellas en gran número de situaciones. Sin embargo con su crecimiento han aparecido también todo un conjunto de factores antes inexistentes los cuales hay que tener en cuenta e intentar paliar y aprender a controlar.
Paralelamente a la evolución de las nuevas tecnologías de la información ha aparecido un fenómeno conocido como adicción no química, hecho que implica la interacción entre el hombre o la mujer y la máquina. Cada vez más adolescentes convierten dicho recurso en un fin y no en un medio, significando esto un hecho problemático sobre el que se debe actuar. El abuso de las nuevas tecnologías conlleva a una conducta adictiva hacia estas, perceptible por varios factores entre los que destacan, la necesidad de estar conectado a Internet de forma permanente, la obsesión por adquirir la última novedad tecnológica o el substituir los contactos personales por las relaciones virtuales; comportando esto un sentimiento de dependencia hacia dichas tecnologías, disminuyendo así la libertad y los intereses de los adolescentes e interfiriendo por tanto negativamente en su día a día, tanto a nivel escolar, como familiar o social.
Hay ciertos factores que son determinantes para detectar dicha adicción. Las TIC pasan a ser el centro vital para el o la joven, lo demás queda en segundo nivel, incluidas todo aquél conjunto de actividades que antes eran de su agrado como por ejemplo leer o salir con sus amigos. Por otro lado se pasa horas encerrado/a en su habitación y no respeta los horarios de comer y/o dormir, provocando esto un aislamiento de la familia. Discuten también con facilidad y adopta una actitud irascible cuando se le exige que deje la actividad que está realizando, llegando a veces a mentir para justificar o esconder alguna de sus conductas. Cabe destacar que el o la adolescente no suele reconocer en primera instancia que tiene un problema y evita hablar de ello.
Ante dicho problema es importante saber cómo actuar y tener ciertas pautas de comportamiento frente al adolescente. Cada persona es un mundo por lo que es necesario ajustarse a las características personales de cada uno y a las circunstancias del momento en el que se encuentra, prestando atención a los posibles motivos que han podido conllevar a la adicción. También resulta positivo tener en cuenta que durante la adolescencia nos sometemos a ciertos cambios orgánicos y psicológicos que pueden vivirse con cierto estrés. El primer paso es conseguir el reconocimiento del problema por parte del afectado, que acepte que tiene una adicción y pueda así adoptar después una actitud positiva hacia el cambio y de motivación hacia este.
El tratamiento frente al problema puede definirse en tres niveles (del sujeto, familiar y de iguales). A nivel del sujeto es importante conocer el nivel de autoimagen y de autoestima del o la adolescente, indagando a nivel emocional y explorando su adaptación en los distintos ámbitos de su vida. El papel de la familia es de gran importancia, teniendo así en cuenta el segundo nivel del tratamiento. El plan de acción debe definirse en consonancia con las características y los distintos roles de las personas implicadas, fomentando la comunicación no coercitiva y la confianza entre ellos y el afectado. En ocasiones puede ser necesario aprender estrategias para la resolución de problemas y ajustar el funcionamiento de la familia. En el tercer y último nivel, en la relación entre iguales, destaca la importancia de establecer complicidad con alguna persona de su misma edad con la que tenga amistad, alguien con quien comparta una relación de alianza. Dichas amistades son positivas ya que pueden funcionar como soporte y acompañamiento frente todo un conjunto de situaciones extra familiares.
Por otro lado, sin embargo, existen ciertas pautas que pueden servir de ayuda para prevenir la mala utilización de las nuevas tecnologías de la información, evitando así pasar por lo anteriormente citado. En el colegio es positivo que no se exceda el uso de las TIC por parte de los profesores, y que se proporcione a los y las estudiantes herramientas para tener un uso adecuado de dichas tecnologías, convirtiéndolas en un muy buen recurso de búsqueda de información y de adquisición de nuevos conocimientos. A su vez es interesante fomentar la buena práctica de hábitos saludables, que sean alternativos a la posibilidad de adquirir una conducta adictiva hacia dichos instrumentos. Conocer las preferencias y aficiones de los hijos/as y compartir momentos de ocio y actividades de tiempo libre puede resultar positivo para evitar el abuso de las TIC, así como reconocer las principales señales de riesgo y distinguir entre lo que es una afición y lo que es una adicción. Por último es importante dar a conocer los riesgos de las nuevas tecnologías de la información y evitar la aparición de ciertos hábitos que pueden resultar perjudiciales para los y las adolescentes.
Sin duda el siglo XXI se recordará, entre otras cosas, por los grandes avances en el mundo de las nuevas tecnologías, por la aparición de nuevos servicios e instrumentos de información y telecomunicación. Tanto los “Smartphone”, como las redes sociales o el cada vez más rápido acceso a Internet, afectan a nuestra vida cotidiana y cambian también nuestra percepción del mundo que nos rodea; pero aún faltan cambios por llegar y el gran impacto de las tecnologías de la información está aún por verse, por lo que puede ser importante tener ciertas herramientas de acción para saber cómo actuar ante dichos avances.
Laia Lerín Roca
Equipo de Dependentia