El trabajo nos ayuda a sentirnos útiles y relevantes. Si es estimulante, nos ayudará a mantener agilidad mental. Tras retirarse, continúe trabajando aunque sea de voluntario.
Además de una buena alimentación y del ejercicio físico, un estilo de vida solidario podría mejorar la calidad de vida y aumentar la esperanza de ésta.
Al parecer, ayudar a otros, aumentar la interacción social o simplemente “sentirse útil”, evitan que el adulto sufra estrés, depresión o algún trastorno psicológico que pueda perjudicar su salud.
Cuando la gente envejece, las transiciones sociales como el retiro, el luto y la partida de los hijos de la casa, en ocasiones deja a los adultos mayores con menos oportunidades para interactuar socialmente. Participar en actividades solidarias puede dar a las personas mayores las conexiones sociales que podrían no tener de otro modo.
El voluntariado no tiene que exigir mucha actividad física. Podríamos considerar actividades como acompañar a los nietos/as al colegio, jugar al domino con otros ancianos, regar un pequeño jardín, colaborar en actividades extraescolares, ordenar los libros de la biblioteca, ayudar a separar la basura para reciclar, etc.
Lo importante es disfrutar de las actividades en las que nos involucramos:
- Aprender sobre alguna materia hasta convertirnos en un experto.
- Apagar la televisión. Mejor leer o practicar pasatiempos.
- Salir con amistades o buscar compañeros/as de juego.
Y es que más allá del desempeño del cuerpo, es la gratificación interior lo que nos ayuda a lograr un envejecimiento saludable.
¿Quieres vivir más? Trabaja todo lo que puedas y ofrécete voluntario si no puedes trabajar.
Virginia Téllez.
Supervisora de Clínicas – Atlàntida Mèdica.