Periódicamente, el bullying o acoso aparece en los medios de comunicación a causa de algún caso especialmente grave en alguna escuela. Pero no todos los casos se conocen de forma pública y, a veces, tampoco dentro de las familias. Porque tanto las víctimas como los agresores están en una edad en la que todavía están conformando su identidad y personalidad y, a menudo, la comunicación con los familiares se resiente. Y porque el acoso suele ocurrir dentro de las paredes de las escuelas. Según algunos estudios, el bullying puede afectar a uno de cada cinco niños.
Un alumno sufre bullying cuando está expuesto de forma repetida a acciones negativas por parte de otros estudiantes, ya sea de forma verbal, física o social (aislamiento). Son incidentes que se alargan en el tiempo, sin que haya provocación parte de la víctima. A menudo, el afectado no puede salir solo de ello, pero le cuesta pedir ayuda. Por eso hay que estar alerta de algunas señales que pueden ponernos sobre la pista del bullying:
- Somatizaciones: por la mañana no se encuentra bien o alega males varios o vómitos para no ir a la escuela. También puede ocurrir que, una vez en el centro, diga que no se encuentra bien para que los padres lo vayan a buscar. También puede tener malestar los domingos por la tarde.
- Cambios de hábitos: hace campana, no quiere ir a la escuela, cambia la ruta habitual, no quiere ir en el transporte escolar ni salir con los amigos…
- Descenso en el rendimiento escolar, cambios en cómo afronta los trabajos escolares.
- Cambios en el carácter: irritable, se aísla, se muestra arisco, angustiado o deprimido.
- Pierde el apetito. O, por el contrario, vuelve a casa con hambre porque le han quitado el desayuno o el dinero.
- Alteraciones en el sueño.
- Vuelve a casa a menudo con moratones, heridas o cortes. O con el material de la escuela roto.
- Agrede a otros niños o a sus hermanos más pequeños.
- No da explicaciones de su cambio de comportamiento.
¿Cómo actuar?
Si sospechas que tu hijo es víctima de acoso, lo primero que hay que hacer es preguntarle directamente y alentarle a hablar. Es importante conservar la calma y no hacerle reproches ni culpabilizarle, porque no es su culpa. Hay que tranquilizarle y apoyarle.
Una vez conseguido que lo explique, que es lo más difícil, es necesario evaluar la importancia de la situación e informar de ello a la escuela. Una buena idea es preguntarle si quiere ser él mismo quien se lo explique al maestro. Nunca intentes actuar solo contra los agresores -o sus padres-, porque esto podría ser peor aún para tu hijo.
¿Y cómo detectar a los acosadores?
La otra cara de la moneda del bullying son los acosadores. No es fácil detectar, ni admitir, que nuestro hijo puede serlo, porque ningún padre lo espera. También hay varios indicios que nos pueden hacer pensar:
- No tiene empatía. Le es difícil ponerse en la piel de otra persona.
- No tiene sensibilidad.
- Es egocéntrico y caprichoso y tiene actitudes despóticas.
- Es intolerante con colectivos que no son de su agrado.
Para evitarlo, es necesario fomentar la comunicación diaria -hablar mucho pero sin interrogar-, enseñarle a expresar los sentimientos sin rabia, transmitirle que la empatía es una actitud muy valiosa y, sobre todo, tener tolerancia cero con las actitudes violentas.