El dolor es una sensación de malestar única en cada persona. Además, los tratamientos para el dolor también funcionan de manera independiente en todas las personas. Cuando un niño enfermo siente dolor, es importante que la familia le apoye, que hablen sin tabús y aprendan a gestionar juntos la situación.
Cuando un niño enferma, sobre todo si es grave o una enfermedad crónica, impacta notablemente en toda la familia. En este sentido, los aspectos emocionales son muy importantes a la hora de afrontar la enfermedad y el posible dolor asociado.
El artículo Aspectos emocionales del niño enfermo y su familia, publicado en la FAPap (Formación Activa en Pediatría de Atención Primaria), recuerda que cada niño enfermo –y sus familiares– va a vivir este proceso de distinta manera. En esta forma de sentir la patología influyen diversos factores, como las experiencias previas, la propia enfermedad o los valores y cultura.
En los niños, las reacciones dependen también de cómo afecte la enfermedad a su día a día. Generalmente, en los menores enfermos aparecen sentimientos comunes, como la negación, la rebeldía, el miedo, la apatía o la ansiedad. La función de los padres y adultos del entorno familiar y médico es siempre decir la verdad de la situación.
Adaptarse a la enfermedad
Para atender los aspectos emocionales se recomienda contar con el asesoramiento de los médicos y buscar, además, el consejo de psicólogos o psicoterapeutas. El niño enfermo, además, debe asumir su autocuidado siempre que sea posible y, con esto, aumentará su autoestima y autonomía.
También es importante mantener una actitud positiva pero realista, y buscar un equilibrio entre la enfermedad y el resto de la vida familiar. Para aprender a vivir con los problemas de salud igual es necesario reorganizar los roles familiares y las prioridades. Muchos lo ven como una oportunidad de fortalecer los vínculos y dar valor a lo que realmente lo tiene.
El dolor en la infancia
En muchas ocasiones, el niño enfermo siente, además, dolor, y esta sensación está influenciada por muchos factores. Cada persona nota el dolor de distinta forma y con distinta intensidad. Analizar el dolor en los más pequeños suele ser más complicado, pero es importante saber qué clase de dolor padecen y cuánto les duele.
El dolor puede ser agudo o crónico. Cuando es agudo, es intenso y se presenta durante un período relativamente corto. Por lo general, desaparece cuando la lesión o malestar cicatriza o se cura. El dolor crónico, en cambio, puede ser de leve a severo, y prevalece durante largos períodos de tiempo.
Para saber si a un niño le duele algo cuando aún no lo sabe verbalizar es importante estar atentos a ciertas conductas, como un llanto persistente, una menor actividad, una búsqueda más demandante de contacto materno o el rechazo de alimentos. En cuanto a los niños más mayores, los médicos disponen de diferentes escalas para intentar establecer la intensidad del dolor.
Cómo calmar el dolor
Si se trata de un bebé, se puede optar por abrazos, caricias o chupete. Además, para tratar el dolor en casa, los médicos pueden aconsejar el uso de paracetamol o ibuprofeno en las dosis adecuadas.
Cuando son algo más mayores, muchos dolores van asociados a rasguños, caídas o accidentes caseros. Es una oportunidad que tienen los padres de fomentar comportamientos positivos relacionados con el dolor. Hablar sin tabús sobre el dolor cotidiano puede ayudar a la resiliencia y a la recuperación.
Los padres también deben validar el dolor de sus hijos y asegurar que se sientan escuchados y comprendidos. Hay que dejar que expresen sus sentimientos y enseñarles a regularlos y, sobre todo, implicar a los niños en su recuperación.
Otros consejos para la familia y que ayudan a que los menores sepan gestionar el dolor son:
- Admitir el dolor, nunca negarlo.
- Aumentar el contacto físico con el hijo.
- Si es posible, quedarse junto a él hasta que controle el dolor.
- Hablar sobre los pasos positivos que se están tomando para disminuir el dolor.
- Ayudar al niño a hacer algo para que el dolor desaparezca.
- Controlar la propia ansiedad y permanecer tranquilos.
- Apoyar a su hijo en la lucha.
- Hablar con el psicólogo para aprender otra forma de ayudar al niño que no sea únicamente con medicamentos.
Dolor asociado a una enfermedad
En el caso de los niños enfermos, el dolor suele ser uno de los síntomas principales. Aquí el uso de medicamentos es una de las herramientas más eficaces. Este control farmacológico puede darse de distintas maneras, bien con medicamentos orales, mediante inyecciones, parches o catéteres especiales.
En enfermedades como el cáncer infantil es probable que el dolor no se reduzca con solo tomar los medicamentos. Por lo tanto, es muy importante comentar siempre con el médico cómo se siente el niño y si el tratamiento ayuda. El doctor necesita esta información para encontrar el analgésico y los tratamientos adecuados para el pequeño.
Quique Gòmez
Psicólogo Centro Médico Atlàntida