¿Quién quiere la varita mágica?
¿Quién quiere una “varita mágica” con la que podemos conseguir que las personas hagan lo que nosotros les pedimos? Cuando realizamos esta pregunta a un grupo de personas se genera un debate que resulta muy interesante. Siempre hay algunos que dicen claramente que sí que la quieren, y por otro lado, también encontramos opiniones contrarias, que en absoluto querrían esta “varita mágica”.
Cuando indagamos en los motivos de las respuestas a favor o en contra de tener la varita mágica, nos damos cuenta que en realidad ni unos ni otros tienen muy claro qué implica esta facultad de hacer que los demás hagan lo que les pedimos. Algunos de los que están a favor, argumentan que sí que estaría muy bien para poder hacer que los demás estén a nuestra disposición. En cambio, los que están en contra nos dicen que a ellos no les gusta manipular a la gente, y que no quieren esa capacidad de hacer que los demás hagan lo que les pedimos.
Difícil decisión, por tanto. ¿Queremos o no la varita mágica? Vamos a verlo desde otra perspectiva. Cuando pedimos un café en un bar, ¿queremos que nos sirvan un café o nos da igual que nos sirvan cualquier otra cosa? Cuando pedimos a nuestros hijos que estudien para un examen, ¿queremos que estudien o no? Cuando pedimos una cita a una persona que nos resulta interesante, ¿queremos que acepte la cita o no? Cuando en nuestro trabajo pedimos a un usuario que espere un momento a que le podamos atender, ¿queremos que espere o no? Creo que todos estaremos de acuerdo en que la respuesta a todas estas preguntas es afirmativa. Sí, queremos que cuando pedimos algo a alguien, éste cumpla nuestros deseos.
Esta “varita mágica” es lo que llamamos destrezas o habilidades sociales. Estas nos permiten conseguir nuestros objetivos en las relaciones sociales. Podríamos definir las habilidades sociales como todo aquel conjunto de cualidades y herramientas de las que disponemos para interaccionar de manera adecuada con nuestro entorno. Las personas somos seres sociales y utilizamos nuestras habilidades sociales continuamente, y utilizarlas adecuadamente nos ayuda a comportarnos en situaciones tales como presentarnos correctamente, iniciar o participar en una conversación o discusión, exponer nuestras ideas de forma que se entiendan y adecuándose con el contexto donde se encuentra. Del mismo modo le resultará más fácil empezar nuevas amistades o integrarse a un grupo, conseguir pareja u obtener una ocupación.
Principios de la inteligencia emocional.
Las habilidades sociales están directamente relacionadas con un componente emocional, todo el comportamiento humano está mediatizado por nuestras emociones. Las emociones son impulsos involuntarios y automáticos, que aparecen como respuesta a ciertos estímulos.
Podemos identificar las emociones como reacciones que comportan una acción que se manifiesta externamente a través de gestos, sudoración, expresiones faciales, etc. Pueden ser positivas o negativas. La mayoría de estudios coinciden en la existencia de seis emociones básicas: Cólera, miedo, alegría, tristeza, aversión y sorpresa.
La inteligencia emocional se define como la capacidad para reconocer y gestionar las propias emociones y las de los demás.
La inteligencia intrapersonal está dirigida a reconocer y manejar las emociones de un mismo. Se estructura en dos niveles:
- Reconocimiento de las propias emociones: Analizar qué sentimos, cómo nos afecta y cómo lo expresamos.
- Manejo de las propias emociones: Manejar y adecuar la expresión de nuestras emociones de la mejor manera en cada situación.
La inteligencia interpersonal o social: Dirigida a reconocer y manejar las emociones de las otras personas. Se estructura también en dos niveles:
- Reconocimiento de las emociones de los otros: Entender lo que los otros sienten y detectarlo a través de expresiones o respuestas, para identificarnos con ellas.
- Manejo de las emociones ajenas: Una vez identificados con la persona podremos interrelacionar con más facilidad, y aconsejarla o ayudarla.
Si tenemos en cuenta lo comentado hasta aquí, podemos afirmar que las habilidades sociales y la inteligencia emocional son aspectos muy importantes para las personas. Por otro lado, los profesionales que trabajamos con personas dependientes tenemos como base de nuestra función la relación con estas personas y, además, estas relaciones se verán claramente mediadas por el nivel de dependencia y por diferentes aspectos funcionales y de salud.
Podemos concluir, sin temor a equivocarnos, que para los profesionales sociosanitarios es muy importante desarrollar nuestras habilidades sociales y hacerlo de forma estructurada, es decir, no dejarlo a las capacidades propias que tengamos, sino formándonos y preparándonos con técnicas y talleres. Es necesario que aprendamos a hacer movilizaciones, higienes, rehabilitación, terapia…. Pero también es imprescindible que aprendamos a relacionarnos con nuestros usuarios y hacerlo de forma eficaz y profesional.
Como profesionales tenemos que saber utilizar la empatía, la asertividad, la comunicación verbal y la no verbal, ser tolerante, tener capacidades para resolución de conflictos. En resumen, tenemos que ser “profesionales de las relaciones sociales”. Y no nos sirve aquello de “yo soy así y no puedo cambiar”. Las habilidades sociales se pueden aprender, entrenar y mejorar. En próximas entradas del blog, compartiremos con vosotros algunas ideas para mejorar nuestras destrezas sociales.
Enrique Gómez
Equipo de psicología – Dependentia