Cuando hablamos de recuerdo en seguida nos viene a la cabeza la palabra memoria. En este caso habrá que distinguir entre una cosa y otra.
Entonces, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de recuerdo de los buenos momentos? ¿Qué diferencia hay entre recuerdo y memoria? En nuestra vida cotidiana usamos constantemente la memoria, Atkinson y Shifrin (1968) nos explican que ésta está constituida por tres almacenes. La memoria sensorial nos permite conservar brevemente la información que proviene de nuestros sentidos (visual, auditivo, táctil,…). La memoria a corto plazo se concibe como un almacén transitorio y de codificación rápida, donde la información es interpretada y organizada para su posterior almacenamiento en el siguiente almacén, la memoria a largo plazo. Éste último almacén, de capacidad ilimitada constituye un depósito permanente donde es almacenado el conocimiento acumulado a lo largo de toda la vida, se trata de una gran “base de datos”. Entonces, es la memoria la que nos permite conservar los recuerdos y actuar como lo hacemos.
Hablamos porque recordamos el significado de las palabras. Podemos ir en bicicleta porque, en algún momento de nuestras vidas, hemos aprendido a hacerlo y por lo tanto no lo hemos olvidado (recordemos la frase hecha “es como ir en bicicleta, nunca se olvida”). Sabemos sumar porque de pequeños aprendimos a hacerlo. Y así podríamos poner muchos ejemplos.
Es evidente, al escribir estas palabras que recordamos porque la memoria existe. Pero al hablar del recuerdo, en este caso, nos referimos a los recuerdos vivenciales, los que construyen las personas, sus experiencias vitales, esto también forma parte de la memoria. Siempre me ha parecido interesante buscar la raíz de las palabras, la que en este caso nos ocupa es el RECUERDO. Recuerdo es una palabra que tiene su origen en el latín, de recordari, vocablo compuesto por el prefijo re- que significa “de nuevo” y cordis, que es sinónimo de corazón. De esta manera recordari significa volver a pasar por el corazón, donde los antiguos romanos y griegos situaban la mente.
Estas últimas semanas he tenido el placer de asistir a un taller de Reminiscencia con personas mayores realizado por Dependentia para el Ajuntament de Mataró, donde se trabaja el tipo de recuerdo del que hemos hablado, donde cada uno comparte sus experiencias personales, sus vivencias, las situaciones que han marcado su vida, sus recuerdos más queridos. Todas estas personas coinciden aproximadamente en edad y viven en el mismo pueblo, curiosamente todas emigraron de su ciudad natal por necesidad económica, circunstancias que hace que algunos de los recuerdos puedan ser compartidos o que hayan vivido las mismas situaciones o muy similares, o incluso estas circunstancias nos puede dar a conocer varias formas de percibir una misma situación.
El hecho de poder explicar las experiencias propias hace que estos recuerdos no pasen al olvido, que vuelvan a fluir del interior de la persona, del corazón como los griegos y antiguos romanos entendían.
Varios son los temas que se han trabajado en este taller. Hemos hablado de cómo estas personas jugaban cuando eran pequeñas, de los Tebeos que leían, de algunas cosas más lujosas que tenían en su juventud, de música, de canciones, de películas… y así infinidad de temas. De hecho, el recordar alguna experiencia pasada nos hará pensar en alguna otra situación que esté relacionada, y esta última a otra. Así, al realizar un ejercicio de reminiscencia estamos ejercitando toda nuestra memoria en general.
Este taller se ha realizado con la ayuda de medios audiovisuales del programa REMI de la Fundació Salut i Envelliment de la UAB con colaboración de ACRA, y también con los objetos o fotos que nos han traído los participantes, lo que ha hecho que el taller fuera muy interesante y personal. Otra cosa que me ha parecido muy interesante es la conexión entre los asistentes al taller. Desde mi punto de vista, si habláramos de futbol, de política o de religión, esta conversación no les uniría de igual manera.
Es este pasado compartido, estas experiencias vividas, estas anécdotas personales, las que hace que estas sesiones sean tan especiales. De hecho, estas personas no solamente comparten sus experiencias pasadas, de hecho y más importante, estas personas comparten sus historias de vida. Y, tal como una asistente al taller nos comentó “cuando eres mayor no puedes hacerlo todo pero tienes el recuerdo de lo que has vivido y esto te hace ser tú mismo”.
Finalmente y muy importante, el hecho de poder compartir dichos recuerdos no únicamente favorece a los asistentes al taller, también nos enriquece a nosotros en gran medida, nos alimenta, nos complace, nos hace crecer como personas tanto personal como profesionalmente.
Es importante, pues, poder compartir estas experiencias entre generaciones, se trata de un enriquecimiento para ambas partes, las personas mayores se aprovechan de la vitalidad de los jóvenes, de sus risas, de su ilusión, de su energía… mientras que los jóvenes conocen las experiencias de los mayores, sus situaciones vividas, perciben su carisma… su estimación. Creándose así un vínculo afectivo, una estimación bidireccional que favorece a ambas partes.
Salut Albà
Equipo de psicología – Dependentia