Vivimos en una época en la que, gracias a los avances sociales y médicos, la esperanza de vida se alarga cada vez más. Y esta ecuación provoca que aumente la necesidad de personas cuidadoras, que cuiden de quienes, por edad o por otras circunstancias, no pueden valerse por sí mismos. Según datos del Instituto de Mayores y Servicios Sociales (Imserso), en los próximos años harán falta alrededor de 300.000 personas dedicadas a los cuidados en el ámbito profesional. En un país de tradición mediterránea, donde los cuidados de las personas mayores suelen asumirse desde el entorno familiar.
Una persona cuidadora es aquella que aporta el apoyo necesario para cuidar a una persona dependiente, habitualmente personas mayores. Esta persona puede ser un profesional de este ámbito o un voluntario, casi siempre un familiar –pareja, hijo, nieto…– y en el 83% de los casos del sexo femenino. A estos últimos, se les suele denominar cuidadores informales, no profesionales, familiares, voluntarios… toda una serie de nombres que significan que son personas que tratan de hacer el trabajo de un profesional sin tener ni la formación, ni los recursos, ni el sueldo de un profesional. Son, a menudo, el eslabón más débil de la cadena. Por eso, conviene tener la ayuda de profesionales, aunque sea de manera parcial, para no quemar a los voluntarios.
Las funciones del cuidador
Sea profesional o voluntario, el cuidador debe tener en cuenta varios aspectos en relación con la persona dependiente:
- Asegurar su higiene personal.
- Cuidar su alimentación.
- Garantizar la limpieza de los espacios.
- Estar pendiente de la medicación que toca.
- Hacer el acompañamiento a las visitas médicas u otras salidas para ir de compras o realizar actividades.
En el caso de los cuidadores profesionales, a todas estas tareas se deben añadir responsabilidades más concretas para las que se requiere formación:
- Controlar la tensión arterial.
- Aplica terapias de rehabilitación.
- Cambiar de postura a la persona dependiente y hacerla mover periódicamente.
- Llevar a cabo otras funciones indicadas por el médico.
Como puede verse, todo esto es un trabajo enorme, prácticamente sin horarios y que, además, debe hacerse en combinación con el cuidado emocional de la persona cuidada. Aquí juegan un papel importante la capacidad de empatía del cuidador y la preservación, siempre que sea posible, de los gustos y preferencias de la persona dependiente.
Cuidar al cuidador
Por todo ello, hacer de cuidador es una tarea sometida a una presión muy importante, sobre todo psicológica. Y en el caso de los cuidadores voluntarios aún más, si no se logra evitar que sea una responsabilidad de 24 horas al día y siete días a la semana. Es básico encontrar una fórmula para garantizar períodos de descanso para estos voluntarios, para que no sufran sobrecargas físicas y emocionales. Aquí es donde pueden intervenir soluciones a tiempo parcial con cuidadores profesionales que puedan hacerse cargo de las tareas más pesadas o con mayor carga de responsabilidad.
La labor de los cuidadores recibe cada año un reconocimiento en forma de Día Internacional de las Personas Cuidadoras. Se celebra el 5 de noviembre desde el 2014.